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365 Days at Peking

La VeRdAdeRa HisToRia

Mi narcótico amor

Mi narcótico amor

 

 

Eres como ese último cigarrillo que no debería fumar,

como esa última copa que no debía haber bebido.

Y aun a sabiendas del desazón venidero,

de esa resaca amarga que me encontrará

con los primeros rayos de sol,

no puedo evitar chasquear mi encendedor

y aspirar con éxtasis el humo.

Como tampoco pongo freno a remover los hielos

y verterlos en mi garganta de madrugada.

 

Mi narcótico amor.

Que provocas en mí tantos placeres lesivos

que debo administrarte en pequeñas dosis

y concienciarme en ponerte fin en algún momento.

 

 

 

El amante ingenuo

El amante ingenuo

 

 

Y llegas tú, desconocido, con aire despistado y mirada cansada.

Sonríes, con unos ojos de los que aquí no se ven.

Se mezclan coincidencias y palabras con el vino.

Cuánta inocencia escondes tras esa boca.

Me hace más punzante mi visión ya pútrida de las cosas.


Y pasan las horas y permaneces ahí, de pie, pensándome.

Alargando nuestra existencia a un futuro que no existe.

Confundiéndome quién sabe de qué manera.

Con tu mano en mi cara y tu salvación en las mías.

Que en el tiempo en que tarda en salir el sol ya nos sabemos de sobra.


Sí.

Yo quiero volver allí.

De donde tú todavía no has salido.

 

 


 

 

 


26 kuai away

26 kuai away

 

Somewhere between trompettes and rhetoric.

Between your cats and my dogs

Just stuck in a Romantics’ quaver and all along the lake ride.

There must it be.

 

Somewhere between the discomfort and the embrace

The morning coffee and the walk around Wingdingia

Trapped in that tiny space between my shoulder and yours.

There.

There should reside my peculiar fascination for your inscrutability.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El axioma errado

El axioma errado

Chloe llegó a casa, se desabrochó su abrigo rojo y se quitó los zapatos. Seguía dándole vueltas a lo mismo desde que despidiera a Maxime en aquel cafetín. Lo había pasado tan bien con él. ¿Cuánto tiempo hacía que se conocían? Chloe contó con los dedos y le faltaron manos. Muchos, pensó. Y también hacía mucho tiempo que se había desenamorado de él. O quizás nunca estuvo enamorada. Ya no estaba segura, pero imaginó que sí, que si uno pasa más de tres años con alguien es porque está enamorado.

 

Recordó sus defectos uno a uno. Recordó por qué se habían separado. Recordó tambien aquellos teoremas suyos, unos acerca de la imposibilidad de volver a amar a una persona de la cual uno se ha desenamorado previamente y otros, acerca de la irreversibilidad de la pérdida del deseo. Pero esas eran cosas que ella había pensado hacía mucho y que ahora, con la perspectiva del tiempo, se daba cuenta de que podría haber estado equivocada.

 

Allí mismo, sentada frente a Maxime, con las piernas cruzadas y un cigarrillo apretado en los labios, Chloe volvió a desearlo. Ella nunca pensó que le ocurriría de nuevo con él. La excitación siguió sentada a la mesa, pero ella permaneció inmóvil, fría, inerte. Eso sabía hacerlo muy bien. Maxime probablemente la deseaba de igual manera, a juzgar por su risa nerviosa y su llamada de teléfono al día siguiente. Chloe le conocía demasiado y él nunca había sido muy bueno fingiendo. Ningún hombre lo es.

 

Contó cuantos años hacía que se había desenamorado de Maxime y contó una mano y tres dedos de la otra. Entonces reformuló sus teorías oxidadas y se alegró, no sabe muy bien por qué, al pensar que el deseo sí que podía volver con el suficiente tiempo de por medio. Y quizás, de la mano, tambien el amor. O el re-amor. Pero eso no iba a comprobarlo. Al menos no con él.

El comienzo del fin

             

Cuando uno se pone a pensar, a pensar mucho, se llega a conclusiones que, sin duda, ya descubrieron antes algunos, pero que aun así, a uno no deja nunca de sorprenderle la manera en que acabó allí. Y me ocurre sobre todo cuando estoy cargada de adrenalina hasta las cejas.

 

Y de repente, la consecuencia, esa subida adrenalínica, que no sé dónde me empieza pero que se me extiende hasta las puntas de los dedos. Las causas, solo dos. El comienzo de cualquier flirteo serio y la posibilidad de viajar, sobre todo si es de forma inesperada, porque es como a mi me gusta que ocurran las cosas.

 

Esa adrenalina es la puerta abierta que deja escapar mis anhelos y apetitos. Esos deseos que uno guarda bajo el abrigo, que ante la imposibilidad de saciarlos, permanecen callados. Y con la eventualidad de satisfacerlos, explotan y se derraman, provocándote todo este abanico de sensaciones.

 

Los deseos, tan incompatibles entre sí y tan incompatibles con su propia satisfacción. Pues una vez alcanzado el placer, ya no nos queda nada, sino más búsqueda de placer. Que si éste se entiende como fin último, su búsqueda perpetua puede derivar en frustración y hastío.

 

Y alguien abre una vez más esta compuerta secreta, un quién que quizás sea la persona que me haya dicho el piropo más bonito de mi vida. Que si tuviera que perderse con alguien por cualquier rincón del mundo, se perdería conmigo.

 

Solo ha hecho falta una llamada de teléfono, un lugar y una fecha. Y todo se desencadena, como un incendio.

 

Estas aguas Pacíficas, turquesas y este velero. El comienzo del fin de mis deseos.

Despertares

Despertares Después de mucho tiempo me he dado cuenta de que me encantan las mañanas, o cualquier momento del día que siga a un descanso mínimo de 8 horas, aunque sea de noche. Creo que lo he descubierto hoy, camino a la oficina, bajo un cielo que amenazaba con nevar, mientras observaba como un anciano con piernas de cascanueces, hacía sus ejercicios matutinos en la plaza que hay justo a la salida del metro.


Me gusta levantarme y tomar un buen desayuno con tostadas, aceite de oliva, ajo y tomate. Un café poco cargado, un zumo de naranja natural y algo para leer... Pero eso nunca lo hago. Solo cuando estoy de vacaciones. Y sobre todo si alguien me acompaña sumergido en un periódico y que, con el cambio de página, me roza la pierna a propósito con sonrisa que desborda malicia. Esas son las mejores mañanas, aunque fuera haga un día de perros.
 
 
Y he tenido muchas así. Y muchas otras que no han sido así.


Pero la realidad es que me levanto arañándole los minutos al reloj, con el tiempo justo para que desaparezcan las marcas de la almohada de mis mofletes y salir hacia la oficina. Esa es la verdad. Y estos últimos meses además, he tenido tiempo de lanzar miradas que me tentaban a deslizarme de nuevo bajo las sábanas, al ver como K. dormía plácidamente todo envuelto en rojo. Y si alguna vez conseguía despegar los párpados y mirarme, me sugería que llamara a la oficina diciendo que me había agarrado un mal y que no podía ir a trabajar. Y luego lanzaba sus brazos al aire como intentando cazarme al vuelo.


Hoy ha sido la última mañana, porque este niño, que me ha cuidado como ninguno, vuelve a su vida errabunda por climas más cálidos. Buen viaje, querido.

Ahora estoy cerca... ahora estoy leejooos!!

Ahora estoy cerca... ahora estoy leejooos!!

Creo que hasta este momento no he sido totalmente consciente de lo que supone subir un post a un blog y publicarlo en internet. Supongo que entre tantas páginas que pululan por la red, uno siempre se siente como una aguja en un pajar, algo mínimo e insignificante que al final solo ojeará tu grupo cercano de amigos y familiares.

 

Porque el propósito de 365 Días en Pekín siempre ha sido ese, acercarles mi cotidianeidad a los míos. Y lo consigo. Y saben que ando bien. Y en cierta manera es como si ellos vivieran aquí o yo allí. Cada vez siento menos que la distancia sea un problema para/con la gente que quiero. Mi madre siempre me lo dice, que me cambió mi perspectiva del tiempo y la distancia, que cada vez el mundo se me hace más pequeño y cada vez quiero alcanzarlo más rápidamente. Y tiene toda la razón, como todas las madres.

 

Pero, ¿quién es maliya?, ¿cómo acabó viviendo tan lejos? Supongo que un poco de azar y un poco de empeño hicieron que terminara donde estoy ahora. Porque ya desde niña sentía curiosidad por el mundo que empezaba fuera de mi ciudad, de ahí mi afición, por todos conocida, a los mapas, fuesen cuales fuesen. Y mis pensamientos, poco propios para una niña de mi edad, supongo. Yo, que hacía predicciones sobre los años que viviría y la cantidad de pueblitos repartidos por el globo que nunca llegaría a visitar. Y no me daban los años, "por qué no puedo verlos todos?!!"... con la consecuente angustia y frustración. Yo, que soñaba con casarme con un extranjero y tener hijos políglotas y viajar en caravana todos juntos y cruzar el mundo entero y ser felices. Políglotas y felices. Extraña combinación. Pero esas eran el tipo de cosas que la niña maliya soñaba de pequeña. Y casi casi, que las estoy haciendo realidad. Porque siempre he pensado que la gente no hace las cosas porque sí. Que en cada persona hay una predisposición que más tarde o más temprano hace clic y entonces uno ya no puede parar. Lo que llaman vocación o destino. Destino... pffff

 

Comentarios como el de ayer de JF y próximos encuentros con lectores hasta ahora desconocidos (como M.) que planean visitar Beijing, me hacen sentir que al final las palabras, mis palabras, no son solo meras combinaciones de letras. Y que algunas de ellas quizás traspasan la pantalla de gente al otro lado del mundo y provocan cualquier cosa menos indiferencia.

 

A vosotros, conocidos y desconocidos, gracias por hacerme sentir que al menos, una de las cosas que hago, tiene algún sentido dentro de este absoluto caos estupendo que es la vida.

Corrientes

Porque tú y yo somos arroyos,
frescos y transparentes,
que aunque siempre ríos,
nunca llevamos las mismas aguas.

Nosotros, que fluímos
desde fuentes de picos opuestos.
Nosotros, que aun no nos sabemos,
tan desconocidos y tan mediatos.

Que oigo tu fluir, a veces cercano
confundiendo tus afluentes con los míos,
esperando que se mezclen traviesos
formando alboroto y jarana.

Pero una vez más,
como en cada piedra, en cada salto,
pierdo el murmullo de tu espuma
y desapareces tras la espesura.

Por ello, mientras cabalgo ladera abajo,
me distraigo con la mano asustona,
que me toca y no se atreve a nadarme.
Esa muchedumbre desdeñosa
que se moja en nuestras orillas,
cuando la solana aprieta, tan solo.

Que de pronto ya no oigo sus risas
porque se alejaron en un descuido.
Así que me olvido de sus caras.
Y me deshago sin más

de sus cosquillas y sus chapaleos.

Y entre todo este bullicio,
que también es vida,
sigo fluyendo y me derramo con fuerza.
Porque sé que me esperas tú.
Que desembocaremos en las mismas costas
y ya dejaremos esta carrera que nos muere
para flotar juntos en los Siete Mares.

Entonces giraremos en espiral
y recorreremos el mundo de la mano,
tal y como siempre soñamos
desde que pegamos el salto
en aquellos picos opuestos.

 

 

Banda sonora: The Sunny Street - Cyclists  

El Robador de Corazones

El Robador de Corazones

 

Que de repente te roban el corazón
y uno no se da ni cuenta
porque estaba ahí, absorto,
en mitad de un concierto en Cáceres.
Y el robador,
de maneras discretas y guante blanco,
decide no llevárselo entero,
para que nadie note su falta.

 

Y vuelve a por un poco más.
Le gusta su tacto, su color
y sus formas.
Porque sabe a mora.
El occiso se acostumbra, claro,
a que el robador venga en las noches sin luna,
y ya le deja el trozo conveniente
en el quicio de la ventana.

 

Y un día, el robador ensambla todas las partes
y se sienta a mirar al corazón,
que le habla y le escucha.
Y el robador se conmueve
y se desprende del peso del mundo sobre sus hombros.

 

Pero el puzzle ya está completo
y lo coloca en la estantería.
Más el caco no está para limpiar el polvo.
Tiene alma de robador, no de mucamo.
Y así, un día, el corazón se asoma al bisel
porque se olvidaron de él.
Y decidió dar un salto para escapar por la ventana.
Se rompió tres costillas.

 

Y nunca terminaban de curarse.
Y el robador no sabía como juntarlas.
Maltrecho, el corazón ya pasaba los ratos
mirando por el tragaluz
y esperando a que, aquel su dueño sin-corazón,
sumergido aun en ese eterno concierto de Mayo,
se diera cuenta de su falta
y viniese a buscarlo.

Dos mundos, un sistema

Dos mundos, un sistema

El mercado laboral está algo complicado. Cada vez cuesta más trabajo encontrar un empleo decente en el que te paguen bien y estes contento con lo que haces.

 

Casi incluso antes de tener consciencia, nos insisten en que debemos prepararnos bien, estudiar mucho, ser constante para encontrar ese maravilloso trabajo que nos sacará de pobres y el cual debe durarnos hasta el fin de nuestros días. El trabajo de nuestra vida. Así lo llaman. Y aunque nuestro empeño cuenta, el factor suerte y los contactos son los que al final te resuelven la papeleta. Como en Match Point. Cuanta razon tiene Chris Wilton con eso de la suerte. Esa pelota que por un momento permanece suspendida en el aire entre un lado y otro de la red... Estar en el lugar adecuado en el momento adecuado. Y a poder ser, conocer a la persona que te introducirá en ese maravilloso mundo de las oportunidades laborales. En China lo arreglan todo así, con el "guanxi".

 

Pero desengañémonos. Uno siempre está en constante búsqueda porque siempre nos cansamos de lo que tenemos. Siempre hay una pega, algo por lo que protestar y nuestras preferencias cambian. Ese trabajo de presentador de documentales de viajes con el que siempre habíamos soñado y que ahora nos parece excitante, nos aburre en el preciso momento en que un click te cambia tu forma de ver las cosas y descubres que preferirías estar vendiendo polos en el quiosco de la esquina.

 

¿Y que decir de las prácticas, o el ir de beca en beca haciéndote cada vez más dificil quitarte la etiqueta mental de eterno becario que-no-sirve-para-nada-más?. O los trabajos temporales, esos que sabes con seguridad que llegado el momento te pondrán de patitas en la calle. Empleos eventuales que se respaldan en la existencia de un contrato apalabrado finito. Eso es lo que está de moda. Por si las moscas. Te prometen que si haces bien tu trabajo, te harán fijo. Pero en realidad, si tienes suerte quizás te renueven por una temporada más. Pero el que viene detrás siempre exige menos y se hace más atractivo a ojos del empleador.

 

La historia de siempre. Creo que no conozco a nadie que no tenga algo que decir al respecto de la tarea que desempeña. Siempre hay un pero: el papeleo de oficina me agobia; los horarios, un infierno; el sueldo que me pagan no es comparable con el esfuerzo que hago; el jefe me ignora y no escucha mis ideas; hago horas extra y nadie me lo reconoce; me prometieron un trabajo con responsabilidad y por el contrario me paso las horas pegado a la pantalla del ordenador haciendo tablas excel. Bla , bla, bla.. Y es que el trabajo perfecto no existe.

...

...

...

... Y ahora amigos, vuelvan al principio, relean el texto y reflexionen. Pero no piensen más en trabajo. Donde dije digo, digo diego y a ver qué se les ocurre. Las similitudes, asustan.

 

El primer minuto despierto


Esta noche te he soñado.
Un sueño sin más, un sueño corto.
De los que es dificil acordarse
más allá del primer minuto despierto.

Pero ahí estabas tú, de pie,
mirándome,
como asustado,
como alegre,
por tanto tiempo sin verme,
por tanto tiempo sin querer pensarme.

Que nos hicimos tanto bien
que no supiste cómo convertirnos
en una dimensión inferior,
en algo que nunca quisiste.
Y decidiste que decidiéramos
dejar de pensarnos.


Aun a veces te recuerdo,
después de tantos años.
Y justo después te olvido,
como tú me dijiste que hiciera.
Porque si no te darías cuenta.
Y entonces te revolverías
en tu parte del mundo
y no te dejaría dormir.

Epistemología

Epistemología

“En la vida hay conocimientos que se buscan y conocimientos que se encuentran.

Los conocimientos que se buscan suelen ser técnicos o eruditos. Normalmente se adquieren poco a poco con una presunción previa de lo que vendrá. Claro que también puede tratarse de asuntos emocionales e íntimos. Pero, aun en estos casos, los conocimientos que se buscan suelen ser un desarrollo de la propia vida. Añaden, no restan. Aportan datos, memorias y vivencias. Acumulan.

Los conocimientos que se encuentran, por el contrario, suelen amputar una parte de ti. Por lo pronto, te roban la inocencia. Tú estabas tan tranquilo, ignorante feliz de tu ignorancia, cuando, zas, te atrapa una novedad, una maldita sabiduría a la que no aspirabas. Por lo general, una revelación es eso: un fogonazo de insoportable claridad, un rayo de realidad que te cae encima. Una luz despiadada bajo la que descubres que lo que antes para ti eran paisajes no son más que forillos, y que has vivido un teatro creyendo que era vida; de modo que has de recolocar tu pasado, reescribir de nuevo tu memoria y perdonarte a ti mismo por tanta estupidez y tan feroz ceguera. Para bien o para mal nada sigue igual tras una revelación como es debido”

 

“La Hija del Caníbal” - Rosa Montero

¿Casualidad o Causalidad?

¿Casualidad o Causalidad?

Un día de estos la casualidad va a acabar conmigo.

 

Cuando suceden estas cosas, y ultimamente parece que me pasan con mucha frecuencia, siempre me pregunto si en realidad no ha habido una serie de causas que desemboquen en esa consecuencia. ¿Es la casualidad un mero accidente?

 

Según Voltaire, lo que llamamos casualidad no es sino la causa ignorada de un efecto desconocido. Y probablemente tenga razón. Pero aún así, los encontronazos en este otro lado del mundo cada vez me sorprenden más, a pesar de ser cada vez más habituales. Hoy he tenido el último.

 

Recién acabada mi clase de chino en la cocinilla de la oficina (hoy la sala de reuniones esperaba visita), con los ojos clavados en el último tipo de cambio EUR/Yuan que nos daba hoy el BCE, escuché como la reunión acababa y se despedían con un gracias y hasta pronto habituales y contundentes. Como es natural, me despegué de la pantalla del ordenador para educádamente despedirles y es ahí cuando la casualidad me dió un tortazo que me giró la cara. Mi amigo F, allí, de pie, petrificado ante la visión casualística. La última persona a la que podría esperar en China. Abrazo, risas y una cena pendiente para más tarde.

 

A mi amigo F lo conocí a través de mi amiga M. Resultó ser vecino en Delicias hace algún tiempo. F nos invitaba a unas muy divertidas fiestas en su casa, con salón gigante y ventanas abiertas a falta de poder regular las altas temperaturas de la calefacción central del edificio. F nos reprendía a M y a mi cuando le saboteábamos sus fiestas de salón por unas más íntimas en la cocina. Siempre recuerdo esas fiestas, la risa floja, los intentos de hacer biceps en la barra que atravesaba el pasillo y a la que yo no alcanzaba. Entonces F me cogía en brazos y hacía intentos por levantarme. Pero la risa y el vino podían conmigo y con los esfuerzos del chicarrón de metro noventa.

 

*zhuàng: encontrarse por casualidad

La Teoría de los 5 Minutos

La Teoría de los 5 Minutos

Impulsos eléctricos dominan nuestros actos creyendo que nuestra consciencia es la que decide. Y estos son especialmente importantes la primera vez que conoces a una persona. Impulsos eléctricos, dopamina, vasopresina, testosterona... ¿son realmente los responsables de nuestros movimientos?

 

Hace algunas noches tuve una conversación con mi amiga P. y entre muchas otras cosas, acabamos hablando de los primeros 5 minutos, esos instantes en los que conectas o no conectas con alguien. Con seguridad podrás decir si aquello acabará en algo más profundo que la mera casualidad de la coincidencia. Porque el amor y la amistad se rigen bajo las leyes de las primeras impresiones. Es en esos primeros 300 segundos cuando evaluamos si merece la pena el esfuerzo para que ese encontronazo se convierta en una buena amistad o en una relación.

 

Y así P. me siguió contando sobre los insólitos speed datings, sobre alguno de sus primeros 5 minutos, sobre los puntos de inflexión y de los tantos para siempre que habíamos dejado aplastados por el camino.

 

Segundo Acto: de las Desgracias que Siguieron

Segundo Acto: de las Desgracias que Siguieron

(...) Y Aelio Mozagarca, el más apuesto hidalgo de toda la juventud del reino de Pompougnac, siguió dedicando a Elisabetta sus atenciones, remitiéndole al efecto cartas, misivas y presentes continuos, determinado al fin a confiarle sin reserva sus afectos. Y así continuaron los días, que empero la adversidad, felices se prometían.

 

Mas un hecho inevitable estaba por oscurecer los ya arduos encuentros entre los jóvenes. Una batalla, una batalla en tierras lejanas separaría a Aelio de Elisabetta.

 

Bomarzo, reino otrora de la casta de los Mozagarca y hogaño invadido por infieles, deseaba liberarse de tan bárbaros dueños. Aelio se debía a los suyos. Si regresaba con honores, y cerciorándose de la lealtad del muchacho, quizás se ablandase el corazón de Don Quenziano, padre de la dama.

 

Futuro incierto sin duda, mas futuro de cualquier modo…

 

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"Mi amada Elisabetta,

Dispónese mi carromato a partir rumbo a un horizonte de escarcha que apenas acierto a vislumbrar, y aprovecho questos segundos de ingrávida calma para deshacer la tinta de mi pluma sobre el pergamino que Rufo, joven heraldo analfabeto, sordomudo y huérfano que los Mozagarca adoptamos en nuestro seno; habrá de hacer llegar a las dependencias de vueso siervo Ternecio.

Confíole pues que arribe a vuesas impolutas y pálidas manos como manto de nieve en el oscuro invierno. Rodéonme bravos guerreros de la más diversa procedencia. Hieráticos unos, eufóricos otros, y cabizbajos aquellos. Sangre y victoria espéronnos, más no la suficiente para mitigar el agujero que carcome mis entrañas, el sufrimiento que ataca mis pupilas ya difusas por la melancolía, pues saberme lejano aún no habiendo partido, ya minar mi moral logra, mas a sabiendas de este un viaje con retorno...

Extenderme gustaríame, pero mi mando a montar llama, y esta pinza que se acaba baste para escribir mi dicha por saberme por Pompougnac pensado. Estaré en cada hilo que tejer su sabiduría haya...

Rindo vuesa merced mi más sincera pleitesía.

Siempre suyo, en tierra, en cielo o en infierno.

Aelio Mozagarca
"

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"Al cavaliere Aelio.

Con la sua partenza e adesso che da sola rimango, m’invade una profonda tristezza. La sua missiva é arrivata presto stamattina, fedeli Rufo e Ternecio medianti, e non riesco ad imagginare che Lei è ancora vicino nel contempo che conto le monete d’oro sulla sala dal tesoro. D’stagno adesso mi sembrano... Vorrei correre da Lei a baciarLa per l’ultima volta... ma non ci riesco... Mio Padre i miei passi vigila...

I miei giorni passarano come se infiniti inverni fosseno, adagii ed oscuri, senza la sua presenza. Lei mi risponda, chi avrá di riscaldare adesso il mio letto? Chi riempirá questo vuoto che sento dalla stessa mattina che Lei ha lasciato la mia camera? Ora stanza d’attesa diventa...

Ne ho la massima certeza che queste lettere arriverano una volta che Lei abbia riuscito a raggiungere il Regno che dalla Sua casta una volta fosse. I miei servi cavalcarano giorni e notti senza riposo con l’unico scopo che la prima cosa che Lei sappia al suo arrivo, sia che La penseró le mille e una notti che verrano...

Ad astra per aspera.

Elisabetta de Pompougnac"

La dicha de Aelio y Elisabetta

La dicha de Aelio y Elisabetta

Aelio, señor de Mozagarca, sin tierras ni tesoros que ofrecer a Elisabetta, la pretende desde que la conociera en un baile en el palacio de Pompougnac. Prendado quedó de las gracias de la dama en cuestión y desde aquel día envía epístolas a través de Ternecio, sirviente fiel de Elisabetta.

 

La oposición por parte de Quenziano de Pompougnac, padre de Elisabetta, hace imposible que los amantes puedan encontrarse a menudo. Si bien encuentran sus momentos, siempre antes del amanecer, en bosques aledaños a palacio...

 

oooooooooooooooooooooooooooooooo

Oh señor!, mi noble señor. No acuséis a esta pobre damisela de acallar sus cantos de sirena que naufragan vuestra galera, pues en sus pretensiones no se haya vileza alguna ni iniquidad conocida.

Antes de transformarme en calabaza, bien hice, por la aciaga compañía, en regresar a mis aposentos aquella fría noche. Es por ello que el día de descanso pude partir lejos de palacio para atender unos asuntos de despacho.

En espera que la vuelta a sus quehaceres matinales séale grata, me retiro a mi descanso vespertino. La madrugada me sorprendió entre tinta y partituras.

Siempre atenta,
Elisabetta de Pompougnac

***********************************

Oh Elisabetta!, tú otrora único cisne de mi estanque convertido ahora en calabaza.
Enloquezco y clamo con ira al cielo.
¿Qué hacer puedo ahora con semejante cucúrbita?
Si ni siquiera el viento me dice si es ¿pepo, moschata o máxima?
¿Y tu futuro antigua reina mora?
Acaso una morada de pepitas amarillas...
Poco importa, tratarlas he como el oro, pues sabe bien usted que sólo por el dorado fruto me desvivo y mato, y será por un tesoro que algún día marche oéstero para siempre.
Esta barcaza me hace aguas todos los días, y mis hombres achican, pero poco queda del esplendor que deslumbró puertos, un brillo que se hace cada vez más tenue.
El escorbuto, lo presiento.

Rindo ante vos mi pleitesía.
Pues siempre de usted,
Aelio Mozagarca

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Mi señor, manada de lobos me espera sin su compañía. Debe saber su señoría que yo cual princesa de largas trenzas en torreón, vigilada por fieros dragones, necesito ser rescatada. Mi lord, ¿veré sus ojos pardos pues?

Elisabetta de Pompougnac

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Vicediós que he de temer ante tal manada de truhanes, si la luz que otrora me cegaba, acompáñame ahora en mi deambular por los latifundios de Mozagarca. Me requieren los campesinos para ayudar en las tareas de labranza hasta la puesta de sol. Sin embargo, cuando las criaturas de la noche comiencen a aullar, será el tiempo de los ojos pardos.

Tengo un pequeño tesoro musical para usted. Nada de importancia. Trovadores encerrados en un cuerpo adolescente. Proceden de la Brava Costa.

Sólo has de echar tu trenza Elisabetta, será la señal, abatiré a los guardias con la ayuda de mis arqueros, y acudiré raudo y veloz a su llamada...

Aelio Mozagarca

 

La Verdadera Historia

La Verdadera Historia

19 de Febrero de 2006

 

Mi noche toxicosmos no acaba como estos últimos días.

 

Combinado con fiesta en la casa. Nadie quiere irse a dormir y las madrugadas pekinesas se siguen alargando. Risas, cervezas, vuelvo a caer y me enciendo un cigarro. No está mal de vez en cuando. Es parte de lo que me debes.

 

Las fuerzas aflojan, lo intentamos todo y acudimos al tekila. Desorden, sal y limón. Pero nos quitan la música en un esfuerzo por echarnos del nanjié. Vuelve la canción protesta. Con una maniobra de evasión algo torpe, comienzo a subir hasta la planta 11 de la ciudad azul. Las palabras me llegan como ondas del espacio exterior. Es el alcohol que actua en el centro del cerebro.

 

Me acuesto con los planetas, que es de lo que va todo esto. Nuevas sensaciones y dulces sueños. Me despierto, sueño, me despierto, sueño, me despierto... de ciencia ficción. Bajo de tierras altas y los dos rodamos por la cama en espiral. El sol entra insolente por la ventana, hace un buen día para dar un paseo por el parque. Abro los ojos y veo la cara de niki lauda. La caja del diablo se cierra. Por fin.

 

Se gesta un plan de fuga, el deber llama, y yo ya no quiero dormir más. Qué puedo hacer. Reposo flotando sobre loscos y pienso en lo que quiero comer un domingo. Prefiero bollitos.

 

Este debe ser, sin duda, mi segundo premio...

La Fragilidad de la Memoria

12 de Diciembre de 2005 (Hong Kong)

 

" La memoria es frágil y el transcurso de una vida es muy breve y sucede tan deprisa que no alcanzamos a ver la relación entre los acontecimientos, no podemos medir la consecuencia de los actos... por eso mi abuela Clara escribía en sus cuadernos, para ver las cosas en su dimensión real. "

Isabel Allende, La Casa de los Espíritus