El comienzo del fin
Cuando uno se pone a pensar, a pensar mucho, se llega a conclusiones que, sin duda, ya descubrieron antes algunos, pero que aun así, a uno no deja nunca de sorprenderle la manera en que acabó allí. Y me ocurre sobre todo cuando estoy cargada de adrenalina hasta las cejas.
Y de repente, la consecuencia, esa subida adrenalínica, que no sé dónde me empieza pero que se me extiende hasta las puntas de los dedos. Las causas, solo dos. El comienzo de cualquier flirteo serio y la posibilidad de viajar, sobre todo si es de forma inesperada, porque es como a mi me gusta que ocurran las cosas.
Esa adrenalina es la puerta abierta que deja escapar mis anhelos y apetitos. Esos deseos que uno guarda bajo el abrigo, que ante la imposibilidad de saciarlos, permanecen callados. Y con la eventualidad de satisfacerlos, explotan y se derraman, provocándote todo este abanico de sensaciones.
Los deseos, tan incompatibles entre sí y tan incompatibles con su propia satisfacción. Pues una vez alcanzado el placer, ya no nos queda nada, sino más búsqueda de placer. Que si éste se entiende como fin último, su búsqueda perpetua puede derivar en frustración y hastío.
Y alguien abre una vez más esta compuerta secreta, un quién que quizás sea la persona que me haya dicho el piropo más bonito de mi vida. Que si tuviera que perderse con alguien por cualquier rincón del mundo, se perdería conmigo.
Solo ha hecho falta una llamada de teléfono, un lugar y una fecha. Y todo se desencadena, como un incendio.
Estas aguas Pacíficas, turquesas y este velero. El comienzo del fin de mis deseos.
2 comentarios
Estefania -
Isa -